Siempre que estoy en un patio andaluz me transformo. Es como si vinieran a mi las vivencias comunes de los vecinos que lo habitaron. La luz y el sosiego me transportan a otras formas de vida en las que lo indispensable no era la prisa. Curiosamente, es algo que pasa tanto en los patios de las casas de vecinos antiguas, como en las casas señoriales. En este caso se trata del patio de la casa-palacio sede del Centro Andaluz de Flamenco, que han sabido conservar de una manera acertada. La técnica que he empleado en este cuadro es óleo sobre lienzo, con unas dimensiones de 73x60 y en el he querido representar la quietud a la que me refiero. Espero que os guste.
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